Mañana hay elecciones, y toca reflexionar de nuevo. Decía el
gran político inglés Winston Churchill que la democracia es la peor forma de
gobernar, pero es el menos malo de los sistemas políticos. Debe ser así, porque
su otro gran rival político, el alemán Adolf Hitler decía que "con
humanidad y democracia nunca han sido liberados los pueblos". Se puede gobernar
de distintas maneras, pero otro tema es gobernar bien, con honestidad, sentido
común, y razonamientos más o menos correctos y sensatos. Y otro tema es también
tomarse la política como otra oportunidad más de aprovecharse de los cargos y
las instituciones públicas para lucrarse, descuidando el servicio que está
destinado para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
La elecciones generales del pasado 28 de abril dieron de los
peores resultados electorales esperados: se prevé que seguirá la inestabilidad
e incertidumbre política con las consecuencias económicas que acompañan
(sobretodo debido a los separatismos periféricos que ponen en cuestión la
unidad de España), y habrá otra exponencial subida de impuestos generalizada,
con todas sus consecuencias de efecto inflación y pobreza. Y no hablemos sobre
que nadie va a poner freno a la inmigración descontrolada. La multiplicidad de
leyes y las fuertes contrariedades políticas llevarán a más represión, más
censura y más manipulación, con todo lo que supone de mayor merma de las
libertades públicas. Pero ahora toca el turno a las municipales, autonómicas y europeas.
Como proveí hace unos años, tras la caída del bipartidismo
en el cual se alternaban gobiernos de PSOE con los de PP (unas legislaturas con
mayoría absoluta, y otras necesitando los pactos con partidos periféricos),
hemos caído hacia la italianización de la política en la que para gobernar y
ocupar cargos políticos se necesitan pactos y acuerdos entre distintos
partidos, y derivando de esto la economía hacia un modelo parecido al argentino
que subsiste como puede pero no tiene norte claro. Desde la muerte de Franco,
pasando por la transición política hasta nuestros días, la sociedad española ha
tenido que soportar cinco grandes males que cada día se han incrementado más
yendo a peor: los impuestos, la merma de libertades, la deuda pública, y cada
vez más inmigración y más funcionarios a mantener. Y ahora somos una democracia
frágil, corrupta e insegura que ha de soportar esos cinco grandes lastres
básicos.
Pero inevitablemente somos democracia y hay que gobernar la
cosa pública, y dejando aparte el gobierno europeo, tanto los autonómicos como los
municipales, en muchos aspectos suele ser un calco del gobierno central: cada
uno con determinadas competencias parecidas: obras públicas, educación,
sanidad, seguridad, etc... El municipal es como un gobierno en escala más
pequeña, con otros añadidos que normalmente no suelen hacer los otros gobiernos
en escala mayor, como por ejemplo, el de gestionar recogida de basuras, el
impuesto inmobiliario, o el del coche, entre otros. Además muchos gobiernos
municipales se implican en competencias que aparentemente no les corresponde,
como el caso de la educación, la sanidad, o la inmigración, con todo el añadido
de mayor gasto innecesario a soportar por el municipio. Claro que cuando más
dinero se mueve, mayores las posibilidades de lucro para algunos.
En el régimen anterior alcaldes y concejales apenas no
cobraban nada y ejercían su autoridad o representación como un servicio a la
comunidad. Hoy se fijan sus propios sueldos, dietas y demás prebendas (ya muy
considerables), que se votan ellos mismos con todo lo que supone el lucro de
los cargos que se reparten entre ellos mismos. De ahí la lotería de las
elecciones y en la que se presentan variedad de partidos (muchos más numerosos
en las municipales, lo cual cuántos más son, más dificultades de que toque la
lotería del cargo), cuyo premio es el cargo, sea diputado, alcalde, concejal, o
cualquier otro cargo de ente público al que se logra acceso a través de las
elecciones o de que le coloque el que obtiene el cargo público. Por eso cuando
hay elecciones y se confeccionan las listas, hay tantas peleas internas en los
partidos, porque todos quieren ir en los primeros puestos para ganar la jugosa
lotería del cargo. Mas que no un servicio a los ciudadanos, la política a
acabado por convertirse en un lucro para los que obtienen cargos y una
influencia para otros negocios indirectos que estén relacionados con la cosa
pública (y eso da origen a las comisiones que perciben algunos y los
incontables casos de corrupción que cada día nos vamos enterando por la
prensa). De ahí viene que cada día tengamos más impuestos y que tanto
instituciones como políticos y funcionarios sean cada vez más caros de mantener
a través de unos impuestos cada vez más aplastantes.
Los cargos públicos cada vez más voraces en sus honorarios y
prebendas, y los despilfarros derivados de malas decisiones políticas, ha
llevado a una rapiña recaudatoria cada vez más intensa y voraz, en la que no se
para de imponer cada vez más saqueos tributarios de todas clases contra los
ciudadanos. Basta ver los radares-trampas de las carreteras y las calles de
muchos pueblos y ciudades, que no terminan de extenderse como una plaga. Y lo
mismo las zonas azules, verdes, o de cualquier color que cada vez lo son más
calles de los pueblos y ciudades del país, en las que hay que pagar cantidades
abusivas para aparcar; lo cual son dos ejemplos del atraco y saqueo
institucionalizado contra los ciudadanos. O el caso de las recogidas
clasificatorias de las basuras, con la excusa del reciclado sostenible, que en
el fondo es otro negocio del que se lucran unos y que pagan de más el resto de
los ciudadanos. Y no es lo mismo una sociedad que tolera que okupas se adueñen
de cualquier vivienda sin que les pase absolutamente nada, que una sociedad
donde se respeta la propiedad privada y se castiga a los delincuentes por los
delitos cometidos. Y da igual que se sea de un partido u de otro, pues la
rapiña cada vez mayor del robo encubierto contra el ciudadano se ha convertido
en la norma de cualquier política en esta democracia corrupta, discriminatoria
e injusta que es la española. Lo malo es que aparte de esta rapiña recaudatoria
cada vez mayor, y de unos políticos cada vez más insaciables en su codicia, la
deuda de las administraciones públicas no para nunca de crecer y agrandarse
cada vez más.
En este caso de las elecciones autonómicas y municipales se
trata, pues, de que cada uno vote por quien crea que lo hará mejor o tenga más
afinidad ideológica, y que esté más en línea por sus intereses como ciudadano.
Pues por ejemplo, en un municipio no es lo mismo que el poder y las consejerías
los tenga uno u otro, ya que cada cual aplicará su propia política y abogará
más por los intereses de unos u otros colectivos. Y cuando se pretende contentar
a todos, se acaba por no dejar satisfecho a nadie; pero cuando se pretende
contentar a una parte de la población, las consecuencias las acaban pagando el
resto, porque nada de lo que haga una institución pública sale gratis y alguien
tiene que pagarlo ( lo malo es que algunos pagan, y otros reciben sin pagar).
Otro tema es andar tan desinformado como desorientado, que no saber tan
siquiera por quien votar, como ocurre en una inmensa mayoría del electorado.
Eso sí: de una manera y otra, a todos nos acaban jodiendo y casi nada se escapa
de pagar algún tipo de impuestos.
Por la parte de las elecciones europeas, hoy por hoy el
problema de Europa, más que no el económico o el político, es la expansión del
islam con todo lo nefasto y negativo que supone (basta ver el modelo político y
de vida de los países musulmanes, que es claramente represivo). El peligro y el
problema es que en Europa cada vez hay más musulmanes importados, que se
reproducen a un ritmo que en muy poco tiempo Europa dejará de ser el espacio de
las libertades, para convertirse en un espacio completamente musulmán con todas
las nefastas consecuencias que supone, como por ejemplo, que la mujer es un ser
inferior (y hasta impuro) en relación con el hombre (como también lo son los
perros para el credo musulmán). Y con ello la aplicación de la sharia, la ley
musulmana, que es completamente intolerante y que no casa con nuestros valores
de libertades ciudadanas. Los europeos nos jugamos, pues, el riesgo de perder
las libertades, y que nos impongan otro modelo de vida que nos resulta muy
ajeno y extraño, y encima por gentes que ni tan siquiera son de origen europeo.
Por eso esta vez, en las elecciones europeas, el único voto
útil va a ser el que se de para aquellos partidos que defienden los tradicionales
valores europeos de libertades y que van a poner freno al represivo islam. Y en
España el único partido que aboga por esta línea es VOX, el cual es el único
partido recomendable de votar en las elecciones europeas si no se desea que
tanto España como el resto de Europa termine siendo musulmana y acabe por
imponerse la dictadura totalitaria de la sharia. Lo malo es que los caballos de
Troya musulmanes ya están muy adentrados y asentados por toda Europa, y no
pinta nada bueno lo que está por venir (y menos si no se pone freno y remedio
contra este peligro).
Por todo esto, y como un mal menor, creo que VOX es el único
partido en toda España por el que hoy por hoy vale la pena votar, porque todos
los demás solo llevan a una sociedad y a una Europa en la que va a acelerarse
la decadencia y el malestar. En estos momentos solo VOX es el único partido
político que puede hacer algo positivo para Europa y para España, y por eso
mañana día 26 de mayo de 2019, es de imperiosa necesidad que consiga el máximo de
votos posibles.