Los acontecimientos de esta semana trágica de Barcelona, que
ha dado la lamentable imagen de ser como una conflictiva ciudad africana o de
Oriente Medio en medio de un clima de guerra, tanto dentro de España como fuera
de nuestro país, va a traer consecuencias desastrosas para la misma y buena
parte de nuestro país. La imagen de Barcelona, de Cataluña y de España ha
quedado muy gravemente dañada.
Ha sido un desorden y un caos total, en que las autoridades
han dejado completamente abandonados a los barceloneses, tanto el gobierno de
la Generalitat de Quim Torra, como el gobierno en funciones de Pedro Sánchez, y
el ayuntamiento de Ada Colau. La función de las fuerzas de orden público ha
sido prácticamente una farsa, en la que no se les ha dejado actuar debidamente,
ni se les ha consentido que utilicen los medios y recursos adecuados para la
ocasión de detener a los violentos y proteger al resto de los pacíficos
ciudadanos ajenos a las desavenencias políticas. E incluso se ha impedido expresamente
intervenir al ejército para evitar males mayores. Y curiosamente ni tan solo
los bomberos han acudido a apagar las llamas provocadas por la violencia
callejera y que han dejado calcinados contenedores de basura, coches, motos,
árboles, e incluso edificios adyacentes. Entendible esto último si los bomberos
en su mayor parte son funcionarios que se ponen a disposición de Quim Torra (lo
mismo que los mozos de escuadra en su mayor parte).
Barcelona, la ciudad de los prodigios, vive básicamente de
los servicios, en especial el turismo y el comercio. Varios países han alertado
de que la ciudad condal es una ciudad fuera de la ley donde los delincuentes
acampan a sus anchas, y tanto gobiernos como ayuntamiento no hacen absolutamente
nada para garantizar las libertades y los derechos ciudadanos. Se han cancelado
miles de visitas turísticas programadas, con la correspondiente sangría
económica que supondrá para el turismo y el comercio. Lo cual llevará
inevitablemente al cierre de un gran número de comercios y demás
establecimientos que viven del turismo, con la consiguiente pérdida de varios
miles de puestos de trabajo, y al mismo tiempo la ciudad llenándose de más y
más manteros y demás inmigración ilegal. Y no hablemos además del daño que
habrá supuesto para muchas empresas esta huelga sin sentido y con el miedo a
destrozos y agresiones que puedan provocar los piquetes organizados, sin que la
autoridad haga nada para proteger y garantizar a los ciudadanos sus derechos y
libertades constitucionales de ir a trabajar o de atender sus negocios.
Aparte la fuga imparable de más y más empresas con sede en
Barcelona, hasta tal punto que incluso corren rumores de que puede que cierren
la SEAT y traslada la producción a otro lugar. Y no digamos aparte que si las
cosas no cambian y se vuelve al orden y al sentido común, ya no vendrán los
inversores tanto extranjeros como nacionales, y así no se podrán emprender
nuevos negocios que buena falta harán con el tiempo.
Esta broma macabra costará miles de desempleos, mayor
endeudamiento público para poder pagar todos los destrozos y demás males
causados, o en su defecto una mayor subidas de impuestos de los que ya se duda
mucho que los ciudadanos puedan soportar de más. En otras palabras, supondrá la
ruina de mucha gente, y así tendrán que pagar a un precio muy alto la dejadez,
negligencia e incompetencia de los políticos culpables de la situación, que se
traducirá en más miseria, mas miedo, más inseguridad y mayor pérdida de
libertades ciudadanas, quedando pues, los ciudadanos más desprotegidos y desamparados.
Será lo que traerá la resaca después de esta especie de libertinaje anárquico y
macabro.
Y necesitada del orden que tanto se precisa para volver a
salir adelante y recuperar la confianza, posiblemente muchos barceloneses estén
soñando en una especie de nuevo Juan Yague que entre en Barcelona para poner
todo en orden en medio de la desesperación, el miedo, la inseguridad, la
incertidumbre, y la miseria que no tardará en hacerse sentir, lo cual estarán
pensando en cual es la formación política que sin ambigüedades habla con
coherencia de hacer respetar el orden público, y se me ocurre que el único
partido en este sentido que tenemos es VOX. Dicho de otra forma: las desgracias
que se dejan que ocurra en la ciudad de los prodigios y que sean televisadas a
todas horas y todos los días, hará que
VOX vaya subiendo en intención de voto por toda la geografía nacional hasta
llegar a las próximas elecciones del 10 de noviembre para convertirse ya en una
importante fuerza política con gran peso especifico. El tiempo pronto aclarará
las cosas sobre a lo que nos lleva todo ese desorden consentido por los
principales partidos políticos y la merma de derechos y libertades que ello
supone.
De las demás ciudades catalanas afectadas de hechos
parecidos, otro tanto de lo mismo, pero sin duda Barcelona, la ciudad de los
prodigios, y con ello los barceloneses son los grandes perdedores, y ganan los
sinvergüenzas traidores e irresponsables.